La ventana indiscreta
2020 será un año inexistente a efectos de lo que es típico de una vida: acontecimientos, vivencias, proyectos, emociones… Será el año del coronaviurus o covid-19. Y se caracterizará por una vida pasiva y receptiva de órdenes, normas y actos nada habituales y con no pocas contradicciones entre ellos. Nuestra vida habrá sido como un paréntesis, lleno de miedos y actos fallidos, de expectativas frustradas y de vidas interrumpidas. Sí que habrá habido acontecimientos, pero serán oscurecidos por la pandemia que fagocitará todo.
Precisamente por
todo esto, dan risa o pena todos los rifirrafes políticos de personajes que se
creen importantes y son entitativamente marginales y moralmente rechazables.
Nuestra general ignorancia frente al virus que nos evapora este año de nuestras
vidas, debería conducirnos a todos, ciudadanos públicos y ciudadanos privados,
a una disposición de suma humildad y de gran receptividad a cualquier muestra
de buen hacer por parte de los expertos (los de verdad). Los políticos deberían
solicitar y agradecer consejos y propuestas que provengan de gente que tenga
algo que decir. Y deberían guardarse sus peleas infantiles para mejor ocasión
(para ninguna).
La ridícula
batalla dialéctica entre el Gobierno de España y la Presidencia de Madrid sería
de risa si no fuera de muerte. El rifirrafe entre el Gobierno de España, el Rey
y el Presidente del CGPJ sería estúpido si no estuviera encarnado por las tres
mayores instituciones del Estado. Lo que vaya a suceder en el comienzo del
curso escolar sería para apostar si no fuera por los miedos y tragedias que
conlleva dicho proceso. Las energías y frustraciones del sector sanitario son
impropias de un sistema del que hasta hace poco estábamos orgullosos y que, a
pesar de sus profesionales, va a quedar maltrecho y desprestigiado, porque la
sociedad española está ahora con un sistema sanitario simbólico y telefónico.
La enésima prórroga de los presupuestos de Montoro forma ya parte del mayor
descrédito gestor de cualquier gobierno que se precie. Porque se van a volver a
prorrogar. Y escribiendo este artículo sale la noticia de que el Supremo
ratifica la condena a Torra, con lo que el circo catalán volverá a sacar sus
monos, sus enanos, jirafas y elefantes por las vías públicas para
¿entretenimiento? y descrédito de Cataluña, que otrora fue digna de envidia
sana y alabanza por parte de toda España. Y, para finalizar, las dudas sobre
nuestra capacidad gestora para saber gastar los 140.000 millones de euros que
la UE nos ofrece para superar los efectos económicos y sociales de la pandemia
que nos asola. Ah! sin olvidar la omnímoda pandemia, que no solo no se acaba,
sino que sigue golpeando y matando a cien españoles por día. En fin, parodiando
un título de Almodóvar, qué habremos hecho para merecer tanto.
Ciñéndonos a la
pandemia y su gestión política, hay que leer el manifiesto “Covid-19 en
España”, dado a conocer por 55 sociedades científicas españolas, y que desglosa
unas líneas maestras para mejorar la salud pública en España. Destaco tres: 1) Todas
las sociedades médicas piden a los políticos unidad y que se guíen por
evidencias científicas. Lo que no implica que se obvien factores económicos o
sociales. 2) La gran importancia de unos buenos datos con coordinación
territorial y lealtad institucional. 3) La creación de una Agencia Española de
Salud Pública que proporcione liderazgo científico y articule funciones ahora
dispersas en la Administración.
Los científicos
ya han escrito un segundo aviso a las autoridades españolas para que aprendan
de sus errores de la primera ola y corrijan sus conductas en esta segunda ola.
Pero no está siendo así. Y los ciudadanos lo saben, o lo intuyen, y lo
manifiestan. Hay una sensación de fracaso colectivo porque en vez de humildad y
cooperación, se nota demasiado la prepotencia y el sálvese quien pueda. Y así,
el fracaso está garantizado. La famosa cogobernanza no existe, porque no hay
coordinación ni comunicación entre los distintos gobiernos. Solo hay críticas, amenazas
y chantajes. Estamos asistiendo a la peor de las políticas posibles:
personalismos, zancadillas, declaraciones exclusivamente contra el adversario…
y la sociedad asiste indefensa a esto que sería un sainete si no fuese una
tragedia. Y no podemos seguir así. No tenemos por qué defender a los nuestros
frente a los adversarios, sino que tenemos que saltar de una vez para que los
políticos se pongan de acuerdo, porque la pandemia sigue y se agrava. Tenemos
que volver a un liderazgo estatal con intervención de todos y con científicos
que propongan las soluciones. Además, con carácter de urgencia, ya que cada vez
hay menos tiempo y la economía no funcionará si previamente no se ha resuelto
la pandemia. En tiempos de tragedia solo vale la humildad y la cooperación
científicas, no el chantaje ni los personalismos ridículos de actores de
segunda fila.
Mariano Berges, profesor de filosofía
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