Cual
si fuera un clásico futbolístico Barcelona-Madrid, nos encontramos sin gobierno
tanto en Cataluña como en España, y con muchas posibilidades de que no lo haya,
pues todo depende de pactos difíciles, complejos e inestables.
1.
Hay una teoría aparentemente surrealista pero posible, aunque necesitaría de más
tiempo para su maduración: tanto el gobierno de Cataluña como el gobierno de
España dependen de la CUP. El desarrollo es muy sencillo. Si la CUP no inviste
a Mas, Convergencia (CDC) vuelve a su origen, que nunca debió abandonar:
partido de derecha burguesa sin ínfulas independentistas. En esa situación, PP (123)
+ Ciudadanos (40) + PNV (6) + CDC -ahora Democrácia i Llibertat (DiL) (7) = 176
escaños, o sea, mayoría absoluta. ¿Qué les parece? Tiene lógica racional pero
no emocional, debido al último recorrido de CDC. Y sería un partido de derechas
con toda la legitimidad democrática. Impensable en estos momentos, pero tres
meses son mucho tiempo de cocción.
2.
Pero pasemos a otro escenario, donde el PP no contaría con PNV y, sobre todo,
con DiL. Y sí contaría con la abstención de Ciudadanos, pero no con la del
PSOE. Resultado: 123 + 40 = 163. No llega a la mayoría suficiente.
3.
Otro escenario: PSOE (90) + Podemos (42) + Socios de Podemos (27) + IU (2) + ERC
(9) + EH Bildu (7) = 177. Resultado: mayoría absoluta. Si le sumamos PNV (6) y
DiL (8) y Coalición Canaria (1), podrían prescindir de Bildu, incómodo socio
por sus antecedentes familiares. Imposible coalición de investidura, a no ser
que muchos renunciaran a su independentismo territorial respectivo, que es la
esencia de su política.
4.
Y si todos los escenarios anteriores fallan, y el tiempo va transcurriendo ante
la impaciencia de los españoles, el nerviosismo de los mercados, el estupor de
la UE, las presiones del BCE y el FMI y las guerras internas de los propios
partidos (especialmente PSOE, pero también PP), podría salir un gobierno PP con
la abstención de Ciudadanos y del PSOE (que tendría que elaborar una buena
batería de argumentos para no cavar su tumba electoral). Este pacto de
investidura, que no de gobierno, debería sostenerse sobre, al menos, cuatro
puntos básicos: 1) La unión territorial española; 2) La igualdad de todos los
españoles; 3) La reforma constitucional; 4) La regeneración institucional y
política española. Y, además, ese gobierno tendría una característica especial:
que en el Parlamento habría más noes que los síes del partido del gobierno, con
lo que el Parlamento tendría la sartén por el mango en todas las decisiones
importantes. No sería mala solución.
5.
Porque el último escenario es repetir las elecciones. Lo que conllevaría un
excesivo tiempo de espera, una gran incertidumbre y, especialmente, un enorme
cansancio de los españoles ante el fracaso de los políticos, incapaces de
traducir la voluntad del cuerpo electoral.
Independientemente
de los intereses partidistas, la perspectiva correcta siempre es la política y no
la de los partidos, mera herramienta de la política. Y desde esta perspectiva,
hay que saber traducir la voluntad de la sociedad española, que se mueve entre
lo viejo y lo nuevo, más que entre la izquierda y la derecha. Y que ha dicho
que prefiere lo nuevo aunque incierto, antes que lo de siempre y conocido, enterrando
el viejo y reaccionario aforismo de “más vale lo viejo conocido que lo nuevo
por conocer”. Esta situación, aparentemente complicada e inédita en nuestro
período democrático, puede ser el principio de otro tipo de práctica política y
la resurrección del poder legislativo (Parlamento), hasta ahora secuestrado por
el poder ejecutivo (Gobierno) y, como consecuencia, podría también suponer la
independencia del poder judicial, secuestrado también por los dos grandes partidos
políticos. Solamente por recobrar la independencia de los tres poderes del
Estado merece la pena el resultado electoral habido.
Estamos,
pues, en un momento políticamente muy interesante. El toque de atención al PP,
me interesa menos, por razones personales obvias, pero sí que me interesa mucho
el toque de atención al PSOE, que ha sacado el peor resultado de su historia
democrática, aunque en un contexto muy distinto por la aparición vertiginosa de
Podemos. Pues bien, el PSOE tiene un problema, no solo de presente, sino, sobre
todo, de futuro. Su triunfo, aunque disminuido, en la España analógica, rural y
pobre de Andalucía, Extremadura y Castilla la Mancha, y su derrota en la España
digital, urbana y rica de Madrid, Cataluña y Valencia, es algo más que una
tendencia. Si, recordando a Bob Dylan, la respuesta está en el tiempo, el
tiempo nuevo ya ha comenzado, aunque el futuro no está escrito.
Mariano Berges, profesor de filosofía
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