sábado, 17 de agosto de 2013

Defensa de la política (I) Hoy hace falta más política que nunca, con individuos éticos y capaces y con partidos renovados

Actualmente, en España, los políticos son el pim-pam-pum de los medios de comunicación y, consecuentemente, lo son también de la ciudadanía en general. Ignoro si tal intensidad de rechazo a los políticos se da en otros países de nuestro entorno europeo. Pienso que no. Y ello se deriva de que los españoles tenemos todavía un sustrato antipolítico derivado de los 40 años de dictadura y, sociológicamente, la sociedad española aún no ha interiorizado la democracia de una manera irreversible. En España, el fascismo no fue vencido, finalizó por extinción. Nuestros vecinos europeos, sin embargo, han construido su sistema político fundado en la victoria sobre el fascismo y por nada del mundo dudarán del sistema democrático, por imperfecto que sea. Este antipoliticismo español aparentemente se basa en los casos de corrupción política. Pero ¿solo hay corrupción en la política? Evidentemente, no. Prácticamente en todos los organismos y grandes empresas de España hay casos de corrupción y abusos. No creo que haga falta recordar las multimillonarias pensiones, sueldos y todo tipo de impunidades de los directivos de cajas, bancos y grandes empresas, a pesar de su gestión catastrófica. Los dineros que se mencionan en la política son calderilla en comparación con los citados. Y los citados organismos, aunque privados, son prácticamente todos alimentados por dinero público, de una manera u otra. Ya sé que no es lo mismo una corrupción que otra, pero sí que una es más jaleada que la otra. Cuidado, no estoy indultando a los políticos corruptos. Todo lo contrario. LA SEGUNDA pregunta es: ¿por qué, si el párrafo anterior es verdad, los casos de corrupción política permanecen muchísimo tiempo en las cabeceras de los medios, y las corrupciones financieras y empresariales --si es que aparecen en los medios-- duran tan poco tiempo en la actualidad? Premio para el que lo adivine. Los medios de comunicación son, en su mayoría, instrumentos del poder económico nacional e internacional para crear opinión en general y opinión política en especial. Inclúyase aquí a internet y las redes sociales, que, a pesar de su aparente libertad, están perfectamente controladas. Volvemos una y otra vez a la tesis marxista de las ideas como superestructura ideológica de la estructura económica vigente, a la que sirven y consolidan. La política ya no es aquella herramienta de las clases trabajadoras del XIX que, bien aplicada, servía para aliviar la terrible explotación por parte de la incipiente burguesía industrial. La burguesía ha desaparecido como clase social y es más bien una cosmovisión de cierta clase media acomodada. La estructura opresora hoy es la invisible oligarquía financiera mundial, sin rostros ni apellidos, cuyos agentes visibles son los sonoros nombres que conocemos y que reciben sus espectaculares prebendas por desarrollar su labor representativa y ejecutiva. Pues bien, la sociedad actual, en una situación de crisis y empobrecimiento progresivos, está siendo bombardeada constantemente por la misma idea general: los políticos son todos unos corruptos, por lo que cuanta menos política haya mejor para todos. Y los políticos corruptos, que los hay, aunque son minoría, coadyuvan a la divulgación de esa idea. Pero los que multiplican el efecto divulgador de esta idea son fundamentalmente los medios de comunicación no analíticos, casi todos conservadores, y que se dedican a ser la voz de su amo como mero altavoz reiterativo y propagandístico. SI A TODO ELLO añadimos un modelo educativo donde prima lo memorístico y lo productivista, sin educar críticamente a los nuevos ciudadanos, estamos configurando una sociedad propicia para recibir pasiva y asépticamente la nueva doctrina de la globalización neoliberal cuyas referencias son los nuevos países emergentes, China especialmente, donde los derechos humanos son casi inexistentes y la competitividad de sus productos imbatible. En definitiva, estamos hablando de calidad democrática, ya que la democracia como mera regla de juego electoral es algo ya superado y domesticado. Las fuerzas globales financieras, desde la caída del muro de Berlín, saben perfectamente cómo instrumentalizar a favor de sus intereses la democracia formal de los países llamados civilizados. Lo que hoy hace falta es más política que nunca, con políticos éticos y capaces, con partidos políticos renovados. Hay que llenar el aparente vacío antes de que lleguen los nuevos caudillos, que son la esperanza blanca de la nueva ideología tecnocrática y economicista. Profesor de Filosofía

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