sábado, 7 de julio de 2012

Reivindicando la política (socialista) No es la política la que debe adaptarse a la economía, sino esta a aquélla. Está en juego la democracia


Como declaración de intenciones sirva este primer párrafo. Los partidos políticos son imprescindibles en un sistema democrático. Lo mismo ocurre con los sindicatos. La inexistencia de los partidos políticos supone la existencia de una dictadura. Los partidos políticos actuales surgen en el siglo XIX, como consecuencia de la perversión del sistema liberal surgido en la Inglaterra del XVII y la aparición de dos clases sociales queMarx llamó opresores y oprimidos. Los oprimidos, terriblemente oprimidos, se vieron obligados a crear sindicatos y partidos políticos (todos de izquierdas y todos obreros) como la única manera de defenderse de aquel capitalismo voraz y explotador de la época.
El marxismo especialmente y el anarquismo en menor medida fueron la filosofía política que alimentó a los nuevos grupos. Desde entonces, existe la política moderna como la más noble y eficaz de las artes humanas para organizar la sociedad desde una perspectiva de dignidad humana.
La elección de Hollande y la victoria socialista en Francia deben animar a los socialistas españoles (y aragoneses) a elaborar un nuevo discurso socialdemócrata. El momento es paradójicamente bueno. La crisis que nos invade y la estadía en la oposición deben generar serenidad en el análisis y audacia en las propuestas. La dialéctica economía-política debe inclinarse hacia la política, pero una política que haga posible el equilibrio entre la racionalidad de la gestión pública y el crecimiento económico, de manera que vayamos regenerando el Estado de bienestar que se esta deteriorando de una forma que algunos intentan que sea definitiva.
HAY QUE reivindicar la política porque es la propia democracia la que está en peligro. La socialdemocracia nunca ha perdido el discurso de la igualdad y la cohesión social pero su praxis no ha sido muy coherente. Ha fallado en la gestión de la res pública. Nadie puede dudar de los grandes logros de los gobiernos socialistas en Europa y en España, pero el socialismo se ha dejado arrebatar el argumento económico. Eso de que en tiempos difíciles solo sabe gobernar la derecha. Como si la utopía sobrase una vez que llegas al gobierno.
La utopía, por definición, es imposible aquí y ahora, pero no en otro lugar o en otro momento, además de ser siempre un motor para la acción política. La utopía debe formar parte del discurso pero también del proceso político socialdemócrata.
Hay que dejar claro que la socialdemocracia es siempre una opción con vocación de gobierno, ya sea en solitario o en coalición. Y su futuro electoral pasa indefectiblemente por volver a convencer a sus potenciales electores de que su discurso y su praxis se han regenerado y han comprendido el momento actual de España y de Europa. Para ello deben integrar en su discurso y praxis la participación popular, auténtica asignatura pendiente de todos los partidos políticos.
Pero no una participación de corte populista, demagógica e ineficaz, donde los de siempre hablan de lo de siempre, sino una participación de estructura focal y sectorial, contando con expertos (no tecnócratas) y gente con opinión fundada sobre las cuestiones fundamentales de la sociedad. Esto es lo que en formulación estratégica se denomina transformar la crisis en oportunidad, y no en oportunismo.
Como ya he dicho varias veces, la referencia es Europa. Tenemos que trabajar por una Europa progresista desde una España progresista. Solo así recuperaremos la capacidad política necesaria que posibilitará la Europa modélica que fundó el Estado de bienestar y se convirtió en la referencia mundial de la igualdad y la cohesión social, frente a los famosos mercados que intentan caricaturizar ese modelo social aprovechando la coartada de la crisis. En la dialéctica mercado-sociedad debe prevalecer la sociedad, austera y racional, con prioridades claras, con uso y no abuso de los recursos públicos, y con un observatorio permanente de la pobreza, especialmente desde los dos parámetros fundamentales de la vivienda y el trabajo.
PARA ESTA TAREA casi ciclópea hay que luchar contra la desafección política de la ciudadanía, contra los enfoques nacionalistas o regionalistas, contra el euroescepticismo y contra el apoliticismo. Solo así recuperaremos el concepto de lo público como condición imprescindible para la solución de los problema sociales, pues éste y no otro es el objetivo de la acción política.
Profesor de filosofía

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