domingo, 25 de diciembre de 2011

La juventud española y el paro

MARIANO Berges 24/12/2011

Debo hacer una advertencia previa: este artículo está hecho con la aportación imprescindible de mi hijaDiana (31 años). Me parece un buen procedimiento para hablar sobre los jóvenes.

Los jóvenes actuales españoles están bien preparados y conectan con las tecnologías e idiomas modernos mejor que ninguna otra generación. Sin embargo, va a ser la primera generación que no sólo no va a superar a la generación de sus padres sino que va estar bastante por debajo en cuanto a economía, seguridad y garantía de futuro. ¿Por qué ha sucedido esto? La generación de los que ahora están en los 30 años, la del boom universitario en España, se queja de que los han formado para un mundo que no existe. España es un país con una de las tasas más bajas de empleo cualificado y donde tener contactos es mucho más eficaz que una segunda página en el currículum.

Ante esta situación sólo les queda tres opciones: 1. Emigrar para trabajar, con el consiguiente desarraigo personal y pérdida para el país que los formó; 2. Trabajar con unas condiciones por debajo de sus expectativas y con jefes menos cualificados; 3. Esperar en el hogar paterno propiciando una infantilizando muy negativa a todos los personajes de la parodia. Como ironizan ellos, no pueden permitirse el lujo de ser explotados, ni de ser mileuristas, ni de cabrearse con su jefe, ni de poder mandar a paseo a sus padres. Además de que, con la última Reforma Laboral, difícilmente van a poder llegar a los años de jubilación, si es que han empezado a trabajar.

La cuestión se agrava si nos introducimos en la dimensión antropológica, existencial y social de tal situación. El sentimiento de fracaso y rebeldía de los jóvenes, con sus consecuencias psicológicas y sociales, está un tanto amortiguado por la función de colchón que cumple la estructura familiar española. Pero su realización existencial como personas y su papel de motor social en los cambios que esta sociedad necesita, se resiente gravemente, para perjuicio de ellos mismos y de la propia sociedad. Además de algo tan personal e importante como que la dependencia económica impide la creación de descendencia, con el consiguiente problema de la escasa natalidad. Sería interesante un estudio sobre cómo influye la percepción de la crisis en la natalidad.

Como consecuencia de esta situación ha aparecido el Movimiento 15-M, que como en todo proceso asambleario es difícil de discernir las causas y parámetros auténticos del mismo. Normalmente, el radicalismo en una sociedad democrática (y la española lo es, no lo olvidemos) no suele tener una dimensión muy operativa. Se puede ser radical en una dictadura, pero hay que ser evolucionista en una democracia, por imperfecta que sea. Y así, los indignados están en una nebulosa anti-partidos peligrosa y posiblemente con poco futuro. Me viene a la mente la famosa tesis XI de K. Marx (contra Hegel y Feuerbach): Lo importante no es sólo entender el mundo, sino transformarlo. Frase que generalmente ha sido muy simplistamente aplicada por desconocimiento de la dialéctica, porque si realmente queremos cambiar el mundo más nos vale primero entenderlo. Lo que nunca ha sido fácil y hoy menos que nunca. Como todo fenómeno atractivo mediáticamente (y el 15-M lo es) los medios de comunicación se ceban en él golosamente y los protagonistas tienen su momento de gloria. Ya no hablemos de todos los intentos manipuladores (políticos, económicos, religiosos y de todo tipo de pelaje) que surgen en su entorno. Ojalá me equivoque y el Movimiento 15-M se consolide y sirva como acicate al aletargamiento sociopolítico que nos invade, porque muchas de sus propuestas son posibles y convenientes, como la poca representatividad de los políticos y la injusticia de la ley electoral, amén de otras reivindicaciones ya sugeridas en este texto.

Sin embargo, está claro que la situación actual es compleja y complicada. Hoy no sirven los esquematismos simples, más propios de una mercadotecnia cutre que de una actitud reflexiva y de veras transformadora. Hay que ser rigurosos y no dejarse llevar por emociones espontáneas o fraseologías rotundas que supeditan la verdad a la sonoridad de la frase. Simplificar lo complejo es uno de los mayores errores que podemos cometer si queremos de veras una transformación social en estos momentos. Aunque es bien cierto que la historia avanza a través de síntesis inteligentes y audaces, y en esto los jóvenes no sólo son imprescindibles sino los auténticos protagonistas.

Profesor de filosofía


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