Algunos ya estamos hartos de la identificación de Cataluña con la totalidad de los catalanes, santo y seña de los separatistas catalanes. Los catalanes, como todos los habitantes de todas las CCAA, son de todos los pelajes políticos y culturales, y tienen nociones distintas sobre Cataluña y tratamientos políticos distintos para Cataluña.
Cataluña (el conjunto de todos los
catalanes) es una parte muy importante de España: supone el 20 % de la economía española y es la
segunda comunidad más poblada después de Andalucía. Y siempre ha sido muy
querida por el resto de los españoles, a pesar de los brotes separatistas en
momentos históricos concretos. Los españoles queremos tanto a Cataluña que no
deseamos que se separe y haremos todo lo posible para que así sea.
La situación actual, desde 2017, es
uno de esos momentos de exacerbada sensibilidad independentista por parte de
algunos catalanes. Cierto que, en estos últimos años, tras los indultos a los
líderes del intento separatista de 2017, ha habido un desinflamiento y la
situación se ha normalizado bastante. Tan es así que la ley de amnistía, en
trámites de aprobación, no existiría si los 7 votos de Junts no hubiesen sido necesarios
para la investidura de Sánchez. Y ésta es una cuestión ya muy debatida desde
las elecciones del 23-J, por lo que no me parece oportuno entrar en ella.
Aunque sí mencionaré algunos matices que pueden ser interesantes de cara a las
elecciones del 12 de mayo en Cataluña.
En los próximos comicios hay tres
líderes importantes: Illa, Aragonés y Puigdemont, citados
en el orden preferencial de las últimas elecciones. Los tres representan
distintas propuestas e intereses, según ya han declarado ellos mismos. Illa,
socialista, se autopresenta como el único que garantiza que los catalanes pasen
página de lo acontecido en los últimos años, que abandonen la retórica épica
del separatismo y que se dediquen a las cosas, o sea, a gobernar, o lo
que es lo mismo, que los catalanes aspiren a que su estado de bienestar sea lo
más pujante posible. Puigdemont, líder de una fuerza derechista como es Junts, apela
a la vieja retórica caudillista y separatista, sin mencionar para nada cómo
sería su gobierno, ya que no aspira a gobernar sino a trabajar en favor de la
independencia de Cataluña. Insiste en “lo volveremos a hacer”. Y dejo en tercer
lugar a Aragonés, líder de ERC, porque presenta un discurso ambiguo en el que
habla algo de gestión, pero también declara su “lo volveremos a hacer”, que
plasma en su reivindicación del referéndum de autodeterminación. Su informe
presentado este martes 2 de abril, justificando la constitucionalidad de un
referéndum consultivo sobre la independencia de Cataluña, así lo atestigua. Pero
el artículo 92 de la CE que esgrimen lo manipulan, y esconden que el único
sujeto político para decidir sobre España es el conjunto de todos los
españoles. El discurso de Aragonés es difícil, pues ERC es un viejo partido
nacionalista que quiere pasar al ámbito de la gestión, pero teme que se le
escapen muchos votos independentistas por no subrayar suficientemente ese
referéndum de autodeterminación. Poco confían en la racionalidad de los
catalanes.
A esos tres líderes citados, habría
que añadir un cuarto, que no es otro que el omnipresente Sánchez, sin
cuya ley de amnistía todo hubiese sido distinto. ¿Qué habría pasado si, tras el
23-J, se repiten las elecciones generales, despreciando los 7 votos de Junts? ¿O
no estando dispuesto a pagar con algo que no le pertenece, como es la unidad
territorial y la igualdad de los españoles? No lo sé. Lo que sí sé es que no hubiese
habido esta esquizofrenia nacional que afecta al presente y futuro de España y
a la identidad del propio PSOE. Si ya había polarización en nuestro país desde
el 11-M de 2004, con el intento separatista de 2017 se acrecentó, y con la ley
de amnistía se incrementó todavía más. Si la amnistía hubiese sido con el
objetivo de pacificar la situación catalana, podría haber estado justificada.
¿Pero era ése el objetivo? ¿O era la investidura de Sánchez, ahora con el
argumento añadido de que no gobierne la extrema derecha? La postura del PSOE de
Sánchez no está nada clara, aunque la del PP de Feijóo, vistas las primeras
medidas de sus gobiernos autonómicos, todavía están menos claras. ¿O sí lo
están? Posiblemente, la Cataluña que aparece tras los indultos hubiese sido
suficiente para el apaciguamiento catalán, pues se demostró que el Estado
español es demasiado fuerte para que un intento separatista sea posible. Lo que
no entiendo es que las soflamas indepes sigan arraigando en los
corazones catalanes. Yo pensaba que eran más inteligentes y no tan crédulos con
unos dirigentes que enmascaran sus intereses y sus corruptelas en el engaño-promesa
de una independencia inviable y que, además, no produciría un mayor bienestar
en sus vidas.
Lo que tiene que hacer el Estado
español es tener una mayor presencia en Cataluña, pues el “horror vacui”
alimenta el independentismo catalán y, como reacción, el patriotismo
español. No olvidemos que el Estado democrático, a pesar de sus imperfecciones,
es el mejor invento de la modernidad.
Mariano Berges, profesor de filosofía
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