Populismo, demagogia, electoralismo, mediatismo,
espectáculo, quedar bien, edulcorar, decir obviedades, simplificar, no
molestar, no pensar, adormecer, trivializar, sonreír eternamente, hagiografias,
hacer caridad, politizar el futbol, futbolizar la política… constituyen una
terminología que desprecio a pesar de su actualidad. Precisamente ahora se
cumplen veinte años de la publicación de “La sociedad del espectáculo” de Guy
Debord. Título profético que hay que volver a leer, a ver si ayudamos a dar
sentido a esta sociedad trivial y anodina. La
historia de la vida social se puede entender como “la declinación de ser en
tener, y de tener en simplemente parecer”.
La ambigüedad del lenguaje y la ampulosidad del poder
más la nula interpretación popular, convierten al tonto en inteligente, al mudo
en discreto, al inteligente en impertinente, al crítico en envidioso, al
adulador en amigo, al amigo en enemigo. Uno lee, habla, discute… y pocas veces
queda satisfecho si lo que le impulsa es la búsqueda de la verdad. La mayoría
de las veces te mueves en un ring dialéctico sin normas y sin respeto por el
otro, donde la épica se impone a la retórica y la verdad no es más que un
pretexto para aflorar una estéril vanidad personal.
Si eres mínimamente riguroso, las controversias del
lenguaje y la comunicación te obligan a pensar y repensar qué dices y cómo lo
dices. Porque, como dice George Steiner, todo es traducción. El sentido
de lo que se dice depende más de la traducción del oyente que de la
intencionalidad del dicente. Si yo digo, por ejemplo, que el PSOE como
organización se ha convertido en un sistema cerrado, incapaz de recibir energía
del exterior, energía necesaria para evolucionar pero que es vista por el
aparato como algo perturbador contra su estado estacionario ¿qué sucede? Mi
intencionalidad es honestamente crítica: sostengo que la socialdemocracia es el
sistema político más idóneo para una organización social mínimamente
igualitaria y justa, pero que en unos momentos de crisis material y crisis
conceptual, el PSOE no está haciendo lo suficiente para renovarse y estar en
condiciones mínimas de hacer frente, y por lo tanto ponerse al frente, a una
situación compleja y complicada. Sin embargo, habrá otros que traducirán mi
decir de otra manera, causada por su estilo cognitivo e interpretativo
personal, o por su prejuicio pro o contra mí.
En la “Podemiología” que nos rodea, donde todos hablan
y pocos entienden, donde los profetas reaparecen y hasta algunos reivindican la
propiedad intelectual del invento, es imprescindible utilizar rigurosamente los
términos y los conceptos para no confundir-nos. Porque hay tantas palabras en
los medios que el pensamiento ya no cabe. Y en política la verdad del discurso
depende más de la credibilidad del dicente que del contenido del discurso, pues
las palabras se asemejan materialmente. Y la credibilidad es difícil
demostrarla, más bien se huele. Podemos ha pasado de su fase negativista a una
fase más posibilista. Empieza, lógicamente, a chirriar. Y aunque mantiene la
virginidad, las contradicciones ya aparecen. ¡Qué largo se les va a hacer el
año!
Actualmente, la situación problemática que nos
envuelve es muy complicada. La trilogía paro / corrupción / desigualdad es pura
dinamita. Si ya el diagnóstico es difícil, las propuestas son imposibles. Y si
añadimos la incoherencia en decir una cosa y hacer otra, el caos está servido.
Que la solución no es solo económica, cada vez está más claro. Pero tampoco es
solo política. Porque es también moral, estratégica y mediática. Súmese a todo
ello el contexto globalizador como coctelera. Y agítese antes de usarlo.
Aléjese prudentemente por si explota.
Dmitry Orlov,
formulador de la “crisis permanente”, explicaría así el proceso de la crisis:
Fase 1) Problemas financieros: bancos-deudas-quiebras. Fase 2) Problemas de
comercio: incapacidad para pagar la deuda por parte de Estados / individuos.
Los bancos no prestan. Fase 3) Los servicios y las infraestructuras se
deterioran: privatización. Fase 4) Incapacidad política / desafección /
globalización. Solo queda la familia. Fase 5) Sálvese quien pueda.
¿Es posible modificar la lógica apocalíptica de Orlov?
En teoría sí, en la práctica no lo sé. Necesitaríamos que los empresarios, los
economistas, los políticos, los técnicos, los medios de comunicación, actuasen
con principios éticos y con habilidades técnicas suficientes como para elaborar
un diagnóstico urgente de situación y una propuesta de mínimos que posibilitase
una solución de emergencia y generase tiempo para elaborar una solución más
duradera.
¿Imposible? Más vale que sea posible, pues el polvorín
cada día está más lleno y cualquier elemento casual puede servir de mecha.
Mariano
Berges, profesor de filosofía
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