sábado, 8 de junio de 2013

Más Estado y más sociedad Para este rearme moral la sociedad es el objetivo principal y los partidos e instituciones, herramientas necesarias


 ¿de qué hablo hoy? La crisis, los partidos, Rajoy, Rubalcaba, PP, PSOE, el 15-M, el paro, Europa. Enfrentarte a un folio en blanco con la mente desnuda y aburrida de tanta reiteración inútil es peligroso para la salud. Pero venzamos la tentación silente, aunque a veces sospechemos que estamos en un viaje en torno a la Nada que nos rodea. Voy a intentar ser optimista, aunque no es fácil, porque el ser humano necesita un mínimo horizonte y alguna esperanza. Al menos para poder levantarse cada día y poder seguir deprimiéndose. Hay dos maneras de situarse frente a la actual crisis: un optimismo racional y un negativismo autoflagelador. La primera aspira a una autocrítica superadora de la situación, y la segunda se posiciona en un victimismo estéril y neurótico. Los elementos negativos están claros: gobierno duro de derecha, sin voluntad política constructiva ni sentido de Estado, en manos de la facticidad económica transnacional y con consecuencias muy negativas en la vida cotidiana de los españoles (pobreza, paro, vivienda). Pero esto no es nuevo. Ya lo hemos tenido y lo hemos superado. Pero es que también los elementos progresistas están con poco espíritu, al menos los progresistas tradicionales. Es cierto que está surgiendo otro tipo de progresismo de nuevo cuño, pero le falta estrategia y estructura. Y corre el peligro del cansancio y el aburrimiento. Con ello cuenta el poder establecido: que, pasada la novedad, todo vuelva a su ser "natural". Se suele hablar de la Transición española. Para bien y para mal. Para unos fue un tiempo pleno y feliz del que han derivado treinta años de progreso y bienestar. Para otros, fue un reformismo parcial que no supo aprovechar la fuerza del momento para rematar un cambio histórico y definitivo. Yo me apunto a la primera interpretación, aunque algo hubo de la segunda. Pero no olvidemos que de ahí surgió una derecha liberal (UCD) que remó a favor de la historia con fuerza y supo entender perfectamente que, junto con otras fuerzas, podía jugar un papel progresista que colocase a España en Europa. Y de ahí surgió también un PSOE contemporáneo, que supo aparcar elementos de otro tiempo e impulsar a España hacia la modernidad más fecunda que nunca ha tenido. Pienso que tiene que haber elementos liberales (del liberalismo originario del XVII --Locke-- que proclamó las libertades individuales con los límites del bien general) en la actual derecha española que se posicionen en la línea progresista de la antigua UCD. También el PSOE necesita volver a esa dinámica fuerte y segura de los ochenta, a ese afán renovador y constructivo y con un proyecto identificable. Y hay que integrar a todo lo nuevo y útil que ha ido apareciendo en los últimos años, que es mucho. Especialmente a los elementos jóvenes, que están llegando a la cuarentena y todavía no se han estrenado. Pienso que quizás el concepto-fuerza que haga de argamasa en todo esto sea el concepto de Estado. Recuperar el sentido de Estado que todo partido serio nunca debió perder. Un Estado plural, tolerante, poliédrico, pero fuerte y coordinador del centro y las periferias. Un Estado con políticos que duden, deliberen y decidan. Sin seguridades apriorísticas. Un Estado con leyes justas e impuestos proporcionales y progresivos. Un Estado con límites. Un Estado con un Parlamento que sea auténtico controlador del poder ejecutivo y no un mero apéndice que no aporta valor añadido. Un Estado con unos partidos políticos con democracia interna y con sentido de su papel cohesionador y transformador de la sociedad a la que se deben. Y, sobre todo, un Estado, cuya soberanía resida en el pueblo, verdadero detentador del poder. Para este rearme moral son necesarias unas reglas de juego objetivas y claras, en las que la sociedad aparezca como objetivo principal y los partidos e instituciones como herramienta necesaria. Aquellos que la sociedad elija para un cargo público deberán siempre mantener esa capacidad y obligación de rendir cuentas al pueblo soberano (Ley de Transparencia y Ley de Partidos, ya). Los que reciban recursos públicos, que de alguna manera somos todos, debemos usarlos con sentido de Estado. Renovación y regeneración de políticos, dando paso a los jóvenes en las responsabilidades públicas. Y la sociedad debe volver a retomar ese espíritu reivindicador y controlador que tuvo y hacer evaluación continua de sus representantes. A los que aprobará o suspenderá con firmeza en función de su trabajo y resultados. Hagamos frente a la situación, no tanto desde la heroicidad y el sacrificio, sino desde la inteligencia y la responsabilidad colectivas. Profesor de filosofía

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