sábado, 10 de noviembre de 2012

La política, la ética y la complejidad Sobran muchos políticos en la política actual y faltan muchos con otro perfil intelectual y moral




Este artículo es un análisis teórico de lo que debería ser la política, porque la política no solo es necesaria sino imprescindible. Por el contrario, la antipolítica es profundamente reaccionaria, por más que muchos de quienes la practiquen se digan progresistas. La política es siempre compleja, como lo es la sociedad, la economía y la gestión. La simplificación del pensamiento político, los mensajes simplistas repletos de obviedades, imposibilitan el intercambio de ideas y convierten la política en un producto típico de mercadotecnia.
La gestión de la complejidad requiere sabiduría y capacidad. Si por sabiduría entendemos la comprensión de la realidad y por capacidad, las estrategias y habilidades para solucionar problemas complejos de esa misma realidad, habremos formulado el perfil idóneo del político como el delegado por la sociedad para solucionar sus problemas. Como la sociedad es plural en sus perspectivas e intereses, existen varios proyectos políticos que intentan dar soluciones a los problemas. Y cada ciudadano vota en función de lo que piensa que son sus intereses.
Aquí entramos en la dimensión compleja de la política. En primer lugar, habrá que identificar bien los problemas a solucionar. Luego habrá que formular las soluciones a dichos problemas. Posteriormente habrá que elaborar un discurso que muestre que esa identificación y formulación son las que interesan a una mayoría social. O dicho de otra manera, que la mayoría de la sociedad se sienta identificada o próxima a ese planteamiento de la complejidad. Y, por último, habrá que ejercer la acción política que sea coherente con el discurso.
Está claro que la descripción anterior es una operación intelectual de una enorme dificultad, no alcanzable para mucha gente que, sin ningún demérito personal, no está capacitada para ello. Aristóteles decía que todos los ciudadanos son inexcusablemente políticos, porque todos tenían la obligación moral de colaborar en la mejor organización social. La relación entre ética y política era tan estrecha que no podía darse la una sin la otra. Pero los líderes sociales, lo que ahora llamaríamos políticos "profesionales", deberían estar profundamente educados para el noble ejercicio de la política. Platón, en su ensimismamiento filosófico, llega a decir que solo los filósofos podían ejercer la política, que es entendida como la más noble de las artes humanas. Dedicarse a la política es tal honor para los elegidos que su satisfacción, incluso su vanidad, debería ser suficiente salario. Dedicarse a solventar los problemas del conjunto de la comunidad supone el mayor honor y la mayor satisfacción que una persona puede tener. Si alguien entiende que por tal actividad hay que pagar enormes dádivas y salarios, de manera que constituyan una casta diferente del resto de la sociedad, está pervirtiendo la fascinante tarea de la política.
Normalmente, en el ejercicio de la política se diferencian dos dimensiones: la orgánica (prosaica e instrumental pero imprescindible) y la institucional (la que realmente transforma la sociedad). La política orgánica es aquella que se ejerce al interior del partido político y que debería dinamizar al conjunto de los militantes y simpatizantes para que la percepción común que todos ellos tienen de la realidad social se transmita al conjunto de la sociedad. La política institucional es aquella que, desde el gobierno de la institución, traduce y ejecuta lo que el partido político ha elaborado desde la sociedad. Un gran problema en los partidos españoles es que lo orgánico prima sobre lo institucional, cuando debería ser un mero instrumento. Y especialmente preocupante es el hecho de que los políticos españoles parecen vivir en una burbuja al margen de los ciudadanos, lo que les imposibilita elaborar el discurso y la acción política pertinentes.
El 15-M recobró algo del espíritu griego saliendo a la plaza pública a hablar de los problemas de la comunidad. Nos dimos cuenta de que la política nos concierne a todos y que, por tanto, todos somos políticos. Imposible no coincidir con la mayoría de sus reivindicaciones, aunque me resulte imposible aprobar el mensaje antipolítico que a menudo emana de ese movimiento. Negar las fronteras entre derecha e izquierda es, en la práctica, hacer política de derechas.
En definitiva, la política es gestión de la complejidad. Lo que exige una inteligencia estratégica y conocedora de los procesos. Como puede deducirse de todo lo dicho, sobran muchos políticos en la política actual y faltan muchos otros políticos con otro perfil intelectual y moral.
Profesor de filosofía


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