martes, 29 de mayo de 2012

15-M, primer aniversario Ha sido una masiva movilización de resistencia civil contra las élites políticas y económicas



MARIANO Berges 26/05/2012
Cuando uno habla o escribe públicamente no puede obviar la realidad inmediata, salvo que quiera inhibirse por miedo, por incapacidad analítica o por comodidad personal. Hablar políticamente del 15-M no es fácil. Quizás lo que más se presta es el uso de interrogantes, como los que tienen los propios protagonistas del fenómeno social.
Primer aniversario del 15-M. Ha sido una masiva movilización de resistencia civil contra las élites políticas y económicas que están hundiendo en la depresión a la democracia española. Si el 15-M tenía motivos para protestar el año pasado, hoy los tiene mucho más que entonces, dado el clímax depresivo de súbito desastre y emergencia nacional que se cierne sobre la actualidad española. Las condiciones materiales de vida todavía se han deteriorado más, dado el agravamiento de la recesión causado por la "austeridad" antisocial que predican y practican los gobiernos de la UE en general y de España en particular. Sobre todo para los jóvenes que protagonizan las movilizaciones, cuya tasa de desempleo ha escalado hasta el 60% pendiendo sobre ellos la amenaza de convertirse en una generación perdida.
¿Qué ha supuesto el 15-M? El 15-M ha ampliado el espacio público de la política. Esto es algo más que simbólico, es algo real, independientemente de cuál sea su futuro. Hay mucha gente del 15-M "no ejerciente", porque no tienen tiempo o porque tienen un cierto rubor de ser mayores, pero su espíritu está con ellos. Estas personas que simpatizan, también son 15-M. Si el movimiento tiene alguna amalgama es su protesta por el malestar. Ha propiciado una cierta conciencia política en gente que no la tenía. Ha fomentado la discusión política en un país que había perdido esta maravillosa costumbre.
Repercusiones del 15-M. Es difícil analizar este aspecto, pero quizás haya influido en los poderes políticos y económicos, llevándoles a reprimirse en sus excesos, aunque, pasada la sorpresa inicial, hayan vuelto a las andadas. Se desprecia la movilización de miles de personas que en numerosas ocasiones han salido a la calle de forma pacífica. Los puntuales incidentes se han magnificado y sirven de excusa para cambios normativos regresivos en el derecho de manifestación. Si la situación continúa igual de injusta y haciendo pagar el coste de la crisis a los no culpables, el movimiento 15-M podría cuestionar su aspecto pacífico e introducir más ruido en el sistema. De hecho ésta es una cuestión interna de debate.
Quizás sea ésta una de las cuestiones interesantes a tener en cuenta. Si los poderes no han entendido ni atendido el mensaje 15-M y hasta lo han despreciado, incluso algunos lo han criminalizado, la radicalización puede aparecer en cualquier momento. No olvidemos que es un movimiento global y en red que, de momento, solo ha sido un catalizador del malestar, pero que puede radicalizarse. Lo ideal sería que los poderes de distinto signo analizasen el síntoma y adoptasen la terapia pertinente, para ellos y para la sociedad.
¿Cómo evolucionará el 15-M? Tras un año de existencia han aparecido las divisiones: ¿partido político? ¿asambleísmo? ¿dónde están los líderes? ¿son necesarios los líderes? ¿cómo se mantiene esa canalización de malestar de una manera mínimamente estructurada? Si el futuro siempre es incierto, el del 15-M lo es aún más. Un año después de su nacimiento, algunos lo dan por agotado. Es claro que el primer aniversario no ha tenido la fuerza del inicio. Sin embargo, las causas del 15-M no solo continúan sino que son más fuertes. Algunos piensan, por eso mismo, que todavía estamos en el principio de un movimiento aún por definir, que el fondo estimulador por desgracia existe pero que falta un elemento formal organizativo que lo defienda de su propia disolución.
El gran éxito del 15-M se basa en que ha dado protagonismo a la gente en cuestiones vitales: trabajo, vivienda, sanidad, enseñanza, salarios. Sin embargo, su carácter asambleario, su ausencia de organización y de líderes, lo incapacita para la acción política. Ésta es la gran cuestión en un sistema económico-político en el que ni los economistas ni los políticos son los auténticos protagonistas. Si el 15-M se agota en su desafección al sistema democrático y no plantea alternativas viables, puede diluirse como otras modas pasajeras. La utopía siempre ha sido necesaria pero el pragmatismo también. Las manifestaciones, las huelgas, las protestas, los movimientos, hay que saberlos gestionar. De lo contrario, se extinguen. Y esto lo saben perfectamente los poderes.
Profesor de filosofía

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